martes, 9 de octubre de 2007

Las mujeres en la Revolución Libertaria. Cuarta conferencia de las Jornadas Libertarias de Málaga

LAS MUJERES EN LA REVOLUCIÓN LIBERTARIA

Ponentes:
-
María Dolores Ramos Palomo
(Catedrática de Historia Contemporánea. Universidad de Málaga) - en el centro- y

- Cristina Plaza
(Militante del Grupo de
Mujeres de CGT)

Presenta a las ponentes:
- Fernando Heredia Sánchez
(Editor del blog
Málaga y su Historia más reciente)

RESUMEN
Lola Ramos, comienza trazando un paralelismo entre la arquitectura y la reconstrucción del pasado, afirma que hay que cartografiar el pasado, reconstruyéndolo y replantándoselo desde otras perspectivas: en este caso desde la historia de las mujeres.

El análisis del papel de las mujeres en la revolución libertaria ha puesto de relieve cual ha sido la pervivencia de la ideología patriarcal. Los hombres y mujeres libertarias luchaban “por el pan”, sí, pero también “por las rosas”, por el bienestar humano, por la felicidad.

El feminismo libertario abordará:
- El trabajo femenino en todos los ámbitos, incluido el de la vida cotidiana, el trabajo doméstico, el trabajo asistencial y voluntario…
- La manifestación de las diferencias entre las vanguardias de las organizaciones y las bases. La ideología que concibe a la mujer como “ángel del hogar” también llega al mundo obrero, impregna a las organizaciones, las costumbres, etc. y es un freno a la efectiva liberación de las mujeres.
- Las múltiples formas de relación de las mujeres de distintas clases sociales, y de hombres y mujeres de diversas clases sociales.

A continuación, se realiza un repaso de algunas de las figuras pioneras, todavía en el siglo XIX, como Flora Tristán. Algunas de estas mujeres se decantaron por un trabajo más sindical y otras por la lucha por la paz (Ligas por la Paz).

Guillermina Rojas, en Cádiz, a finales del XIX denunció la inferioridad social de las mujeres en la vida pública y la necesidad de superar las instituciones que, como el matrimonio, ponían en inferioridad de condiciones de las mujeres.

Se fundan por estos años numerosas agrupaciones y sociedades de mujeres, con nombres muy significativos como “Las mártires del trabajo”, “Las desheredadas”, “Las convencidas” (del cambio social, se entiende).

En el movimiento anarquista no hay unanimidad en cuanto al papel que debe jugar la mujer, así uno de los más destacados ideólogos, Proudhon, era un ferviente partidarios de la subordinación de las mujeres, sin embargo, Bakunin era más avanzado y señaló que había una situación femenina, cuya resolución pasaba por la supresión del Estado, la propiedad privada y la familia burguesa.

Con los años, el anarcosindicalismo defenderá la doble lucha de las mujeres contra la opresión del capitalismo y la opresión de género. Si bien más a nivel teórico que en la práctica cotidiana.

Al dar comienzo el siglo XX algunas trabajadoras había alcanzado el reconocimiento de líderes en el movimiento libertario: Teresa Claramunt, Teresa Mañé, Federica Montseny, Amparo Poch, etc. Estas libertarias intentaron transformar las relaciones sociales de género, lucharon por establecer una moral social e individual mucho más acorde con un sentido de la justicia, por cambiar las costumbres de la vida cotidiana. Todo ello desde un doble enfoque: el de la revolución social y el de la revolución de las mujeres.

Teresa Claramunt, puso las bases del feminismo obrero, en varios frentes: el de la educación, el propagandístico (periódicos y folletos), el pacifismo de entresiglos, y desde el terreno de lo cívico, del anticlericalismo. Publicó un libro en 1905, donde reivindica participar en pie de igualdad, codo a codo con los hombres.

A partir de 1910 se crean filiales de mujeres adheridas a la CNT, es algo minoritario, pero existen. En determinadas coyunturas, como la primera guerra mundial, se refuerzan. Sin embargo, y paradójicamente, en muchos casos, estos sindicatos femeninos están dirigidos por varones, y ello por dos motivos: porque se seguía pensando que en lo público, las mujeres no debían tomar el lugar de los hombres; además, las mujeres asumen la distribución de roles tradicional, pese a todo.

Habrá que llegar a los años 30 para que, Mujeres Libres, supere estas trabas del pasado.

La Dra. Ramos se ejemplificó en Federica Montseny y Sara Berenguer el modelo para aproximarnos a las líderes anarquistas. Ambas fueron partidarias del amor sin contrato, ambas marcharon al exilio.

Sara Berenguer, nace en el Poble Sec (1919), en el seno de una familia emigrante anarquista. Mayor de cinco hermanos, su vida escolar fue muy breve. Recién iniciada la guerra civil pasó a formar parte del Comité revolucionario. Ocupó la Secretaría de Propaganda en Mujeres Libres. Emprendió a pie el camino del exilio tras la ocupación de Barcelona por parte de los franquistas. Colaboró con grupos de apoyo a la guerrilla antifranquista y en asociaciones culturales. Afortunadamente para todos los que admiran la lucha de las mujeres por su emancipación, aún sigue entre nosotros. Para acercarse a su trayectoria vital y militante, es muy aconsejable leer su autobiografía Entre el sol y la tormenta.

Por su parte, Federica Montseny, hija de Federico Urales y Teresa Mañé, nace en 1905, se traslada con su familia a Barcelona. Su madre la instruyó en los principios libertarios. A los 18 años publica su primer artículo en Tierra y Libertad. También escribe novela y publica en la Revista Blanca. Consideraba que la maternidad suponía el momento culminante de madurez y realización femeninas y que no estaba, en modo alguno, reñida con la emancipación de la mujer.

Con la llegada de la República sus planteamientos se radicalizan. Entra en el segundo gobierno de Largo Caballero, como ministra de sanidad. Tras la guerra, parte al exilio hasta Perpiñán. Se instala posteriormente en Tolouse. Su actividad social y sindical la lleva a realizar giras por toda Europa y América dando conferencias y participando en mítines.

Como en el caso de Berenguer, los relatos autobiográficos constituyen una fuente privilegiada para acercarnos a la persona y a la militante.

Cristina Plaza, por su parte, señala que cuando hablamos de estas mujeres que forman parte de nuestra historia, de nuestro patrimonio común, hablamos de compañeras con rostro, algunas de las cuales aún viven.

Cristina se reclama anarcosindicalista y se siente heredera de las luchas de estas mujeres. Señala que ha tenido la posibilidad y el orgullo conocer a Sara Berenguer personalmente, hace unos años, en el exilio. Visitando a Sara y otros compañeros tuvo la ocasión de vivir en lo concreto, cual era y es su concepto de la vida, una vida en la que todos y cada uno aportamos, en la que todos somos necesarios para avanzar hacia la libertad y la justicia social.

Mujeres Libres era una organización que llegó a contar entre sus filas con más de 20000 obreras, afiliadas en más de 100 agrupaciones. Su objetivo fundamental era liberar a la mujer de la ignorancia, de su condición de proletaria y de su condición de sometida en el terreno de lo público y de lo privado.

Eran las únicas mujeres, en su día, que hicieron feminismo proletario. Criticaban los comportamientos sexistas en las diferentes organizaciones obreras y eran implacables con lo que creían que eran simples “secciones femeninas” de las organizaciones obreras.

Eran increíblemente reivindicativas con sus propios compañeros de sindicato y de organización obrera.

Mujeres Libres nace de una historia que viene de 50 años de tradición anarcosindicalista. Hay dos núcleos fundamentales: Barcelona y Madrid. De esos dos núcleos, debido a la guerra civil española, y al espacio social que dejan libres los hombres, se extiende por todo el país.

La lucha de estas mujeres no cayó en saco roto, y como homenaje a todas ellas, del 15 al 20 de octubre de este año se celebra en Zaragoza el 70 aniversario del primer Congreso de Mujeres Libres.

Por último, recuerda que estas mujeres eran plenamente pacifistas, y recomienda vivamente la lectura del libro que prologa Mary Nash sobre Mujeres Libres, en el que podemos “escuchar” directamente a las protagonistas; así como el trabajo, más reciente, de Martha A. Ackelsberg.

El acto finalizó con algunas preguntas y reflexiones por parte del público asistente.

No hay comentarios: